Vosotros decís: “Estar en contacto con niños nos cansa”.
Tenéis razón.
Decís: “Porque tenemos que acercarnos al lenguaje infantil.
Bajar a su nivel, agacharnos, transformarnos en alguien como ellos”.
Os equivocáis.
No es eso lo que nos cansa, sino que tengamos que subir al nivel de sus sentimientos. Llegar a ellos, estirarnos, ponernos de puntillas, para no hacerles daño.
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